De paso lento pero firme, Quino caminó por el andén de la estación y descubrió el mural cubierto con telas blancas. Recibió el saludo de Hermenegildo Sabat que se acercó para compartir el momento, y estuvo acompañado todo el tiempo por su mujer, Alicia Colombo, y algunos sobrinos.
En el cóctel de festejo se quedó con las ganas de disfrutar de una cerveza, pero recibió gratamente una copa de vino blanco. Firmó uno o dos autógrafos, y se sorprendió con la modernidad de los piercing de algunos de los jóvenes presentes. El comentario delató sus 76 años, aunque a él no le importó. Será que mantiene la mente ágil y la memoria intacta. Por eso todo el tiempo recuerda.
“En la época de la que hablaba antes de las corridas en el subte, gracias a ‘El Mundo’ y por publicar a Mafalda todos los días, fue cuando yo desarrollé la personalidad de cada uno de los personajes. O sea que están íntimamente ligados a esta línea y a estas vías. Me emociona mucho que después de tanto tiempo, Mafalda esté otra vez aquí, esta vez para quedarse”.
–Además de emoción, ¿le da orgullo ver este mural?
–Emoción sí, orgullo no. Para mí, encima, es una estación muy particular por lo que contaba recién de que era la línea que usaba para ir a entregar la tira al diario “El Mundo”.
–¿Por qué cree que Mafalda tuvo tanta trascendencia, si usted, en todos sus dibujos, deposita el mismo contenido ideológico?
–Porque los temas que yo he tratado en Mafalda son temas que no pasan de moda: las dificultades económicas de una familia, los problemas con la escuela, las relaciones con los padres y los hijos, temas que siempre están vigentes en cualquier país. Por eso en otros países de América latina, sobre todo, o los más americanos de Europa como son Italia, Grecia, España y Portugal, es donde más la leen.
–¿Usted cree que por ser una niña se hizo tan famosa?
–No creo que haya sido eso, porque cuando yo la hice el movimiento feminista tenía muchísima fuerza, una fuerza que lamentablemente ha ido perdiendo un poco. Bueno, como todos los movimientos que el sistema los absorbe. Como el movimiento hippie, por ejemplo. Han terminado todos así, absorbidos por el sistema.
–¿Es verdad que no suele exteriorizar lo que le sucede internamente? ¿Acaso el dibujo no le sirve como forma de terapia?
–Sí, en realidad sí. Es una forma de transmitir las cosas que a uno lo inquietan, lo conmueven, las que uno quiere que cambien y, lamentablemente, no cambian nunca (risas).
–¿Lo deprime que las críticas de Mafalda al país y al mundo aún sean tan actuales?
–Me deprime que el ser humano siga repitiendo sus estupideces, sí. Es bastante angustiante seguir hablando de lo mismo que volcaba en mis dibujos hace 30 años, pero hay que tomárselo con humor.
Nando Cartoonista en Technorati
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