Hoy, justamente hoy, a un mes de que nos dejara el Maestro Eduardo Ferro, encuentro en Página/12 este homenaje que el domingo 13 de marzo le hizo José Pablo Feinmann a uno de los personajes del querido Ferrito.
Reproduzco íntegro el mismo (incluyendo la tira de Bólido):
Bólido
Por José Pablo Feinmann
Poco puedo añadir a lo que Rep y Sasturain escribieron –o escribieron y dibujaron en el caso del primero– sobre el maestro Ferro. Se murió pasados los noventa y todos advertimos cuánto habíamos querido a sus personajes y, por medio de ellos, a él. Si me permito añadir algo es porque, desde pibe, llevo en mí una tira de Bólido sobre la que jamás dejé de volver. No la conservé, no la tengo, pero nunca pude olvidarla. Raramente volví a encontrar en una tira algo tan desolador, tan existencial como en ésa del personaje de Ferro. Otros personajes del maestro tal vez me atrajeron más. Langostino y su lancha Corina. Chapaleo el buzo. Personajes marcados por la soledad. Porque Langostino (aunque viviera aventuras) andaba solo por las aguas y su única compañera era su mínima embarcación con nombre de mujer y acaso de pez. Corina-corvina. Y Chapaleo, ¿qué decir de un buzo, hay algo más ligado a la soledad y hasta al riesgo de la soledad que un buzo? De Bólido dijo Ferro: “Bólido fue, de todos mis personajes, el boom mayor, un verdadero golazo. A las dos semanas de su primera publicación en Patoruzú veo a dos colegialas en Constitución y una le dice a la otra: ‘Apurate, no seas Bólido’. Y me daban ganas de decirle: ‘Eso es mío, mío’”. Y a Juan Sasturain le confió: Bólido era un cadete, “inteligente, pero de carburación lenta. Servía para tractor, no para Fórmula 1 (...). La figura la elaboré mentalmente: gordito, labio caído, jopito, corbatita con la parte más larga y fina que sobresale... Y salió redondo” (entrevista de Juan Sasturain para su libro Buscados vivos).
El nombre jugaba a dos puntas. Por una parte, bólido es sinónimo de aerolito, meteorito, asteroide, exhalación. O sea, rapidez, inmediatismo, velocidad. Por otra, resulta difícil no unir bólido con “boludo”, palabra que en esos años no tenía la liviandad que tiene hoy. “Boludo” quería decir muchas cosas pero sobre todo “tarado”, imposible de utilizar actualmente por la corrección política que azota ciertas zonas del lenguaje popular y del lenguaje en todos sus sentidos. Sin embargo, aclaremos: uno no le va a decir “tarado” a alguien que padece una minusvalidez cerebral. Este padeciente ser tiene una congénita debilidad de la que no es responsable y de la que es posible que se cure o que mejore considerablemente por los tratamientos vigorosos que hoy en día existen. El “tarado” no es congénito. Se ha hecho “tarado”. Su condición de idiota, de mongui, de “tarado”, es fruto de su responsabilidad. No está enfermo, es así. El minusválido tiene una debilidad de la que no es responsable y de la que lucha por salir. El “mongui” o el “tarado” son responsables de lo que son. No vinieron al mundo con una condena genética. Se hicieron boludos. No nacieron boludos. Se ganaron el apelativo de boludos por sí mismos, por ser como son. Si no, que no se haga una retrospectiva de Bólido porque va a ofender a todo minusválido neuronal. Y no es así. Bólido es un lento. Sólo eso. Y es un buenazo. “Boludo” le dirán los otros. Y Ferro le puso bólido por contraposición al otro sentido de la palabra: meteoro.
Tengo, a menudo, ganas de decirle a alguien que es un “tarado”. Si ya “boludo” se licuó (no sé por qué), ¿cómo se le dice a un tipo que es un imbécil, un idiota? En un programa de TV dije de alguien que era un “mongui” y no faltó quien llamara para pedir que me dijeran que eso era una ofensa. No, aclaro mi posición. Quiero poder todavía decirle a un tarado que es un tarado. Y sigo aclarando: cuando diga eso no me voy a referir en absoluto a ningún minusválido. No, al tarado le voy a decir: “Vos sos un tarado pero no naciste tarado. Nada te condenó a ser tarado. No tenés ni una sola malformación o inadecuación en tu cerebro. Sos un tarado por entera responsabilidad tuya. Porque vos solito te hiciste un tarado. Te hiciste un idiota. Porque aunque tenés todas tus neuronas sanas pensás mal, argumentás mal, razonás mal, decidís mal, elegís mal, vivís mal, tenés el vicio incurable de equivocarte, de no saber distinguir entre algo bueno y algo malo y encima acusar a los que sí lo saben de estar equivocados, en suma: estás re-sano, pero sos un tarado. Porque la taradez no es una enfermedad, es una elección moral. Uno se hace un tarado o se hace algo valioso. Uno se hace a sí mismo. Bueno, entonces vos sos absolutamente responsable del inmenso pelotudazo, del inconmensurable tarado, del infinito idiota que sos.
La tira de Bólido que me acompaña desde siempre, que es tan honda que jamás voy a descifrar todos sus significados, es la siguiente:
Primer cuadrito: Unos pibes juegan al fútbol en el potrero. Bólido está en el centro de la cancha. Viste como todos: camiseta de su equipo, pantaloncitos, medias, botines. Grita: “¡Pasamelá!”. Los pibes siguen jugando.
Segundo cuadrito: Todo sigue igual. Los pibes trenzados en un partidazo. Bólido quieto en el mismo lugar. Grita: “¡Pasamelá!”. Los pibes siguen jugando.
Tercer cuadrito: Los pibes tan apasionados como siempre. Bólido quieto en el mismo lugar. Grita: “¡Pasamelá!”. Los pibes siguen jugando.
Cuarto y último cuadrito: Se adivina que empieza a caer el sol. Pronto va a anochecer. Bólido siempre en el mismo lugar. Grita: “¡Toy solo!”. A lo lejos, los pibes, con los bolsos al hombro, se van de la cancha.
Es así, Bólido. Todos estamos solos cuando termina el partido. Solos en medio de la inmensa cancha vacía, esperando que el referí del final nos muestre la tarjeta roja.
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